FUEGO!
Oasis
Durante varias noches, fotografié el oasis, caminando entre las palmeras bajo la luz de la luna. La brisa nocturna y la humedad del lugar me hicieron sentir como si estuviera en un hermoso y vívido sueño donde todo era posible. Bajo las palmeras, conocí a personas amables que me invitaron a sus hogares, y me uní a ellos en rondas de té. Tuve la oportunidad de conocer y fotografiar a los productores del arroz al-hassawi, un arroz rojizo que solo se produce en el oasis. También fotografié a productores de dátiles, cultivadores de vegetales y flores, cuidadores de camellos, artesanas y trabajadores de la tierra provenientes de diferentes regiones como Sudán o Bangladesh. Los tesoros del oasis residen en su tierra y su gente.
Cuando era niño, creía que los oasis eran espejismos que aparecían en el desierto, pensando que no eran lugares reales, sino visiones de un lugar idílico, utópico y, por lo tanto, inalcanzable. Entré en el oasis de Al-Ahsa con la idea infantil de buscar los tesoros del lugar y vivir un sueño en pleno color. El agua es el gran tesoro que hace posible todo en este oasis. Luego están sus gentes y la sabiduría ancestral de trabajar la tierra. Toda la riqueza que encontré en el oasis contrasta con el vasto desierto de arena que lo rodea. Entrar y salir del oasis es como entrar en un sueño y luego regresar a la realidad. Mi tiempo en el oasis me sirvió como un vívido recordatorio de que la vida se esfuerza por florecer, incluso en situaciones que parecen adversas.